Érase una vez un libro

Mi abuelo Poncho tenía la facultad de hipnotizarme con sus historias. Bastaba verlo sentado en su sillón con cigarro en mano, su taza de café, un libro al lado y oírlo decir: “Estoy leyendo este libro”, para saber que no me iba a poder mover de ahí en un buen rato.

Ilde Salher

La historia que más disfrutaba que me platicara era la de Drácula, la parte del castillo me gustaba tanto que la podía escuchar infinidad de veces y nunca me cansaba. Gracias a él, después de mucho tiempo me animé a leer ese libro. Se lo pedí a don Poncho y él sin dudarlo me lo prestó, ese fue el primer libro que leí. Yo estaba asustado por la responsabilidad de tener uno de sus libros. A ese libro yo le tenía respeto.

Leerlo fue descubrir que mi abuelo se lo sabía casi de memoria, pues me sorprendió ver con que exactitud mi abuelo me contaba lo que estaba escrito en el libro. Después de ahí seguí con Frankenstein, historias de Hombres Lobo, todo lo que a mi abuelo le gustaba.

Luego salió la película de Drácula dirigida por Francis Ford Coppola allá por el año de 1992, recuerdo que mi primo Junior la fue a ver antes que yo y le pregunté con mucho temor: “¿Que tal está la película?”, tenía tanto miedo de que no le hicieran mérito al libro que yo tanto cariño le tenía. La fui a ver y desde la primera escena me gustó, esa parte cuando cae Constantinopla y Hagia Sophia está envuelta en humo la tengo grabada en mi cerebro.

Tuve oportunidad de hacer una locura en el 2001, mientras vivía en Europa. Entré a una agencia de viajes y les dije: “Tengo este dinero, ¿a dónde me puedo ir?”, me dieron varias opciones, pero cuando me mencionaron un viaje por Atenas y Estambul inmediatamente dije: “Quiero ese”. No podía perder la oportunidad de ver con mis propios ojos Hagia Sophia.

Llegué a Estambul y lo primero que hice fue caminar hacia Hagia Sophia (Santa Sofía). Creo que me quedé sentado en una banca frente al edificio por más de una hora, sin moverme, sin dejar de verla y no podía dejar de pensar en el abuelo.

Mi abuelo falleció mientras yo vivía en Europa, algunos años después. Regresar a México fue triste porque ya no iba a estar él. Muchas veces pregunté si entre las cosas del abuelo estaba aquel libro de Drácula, quería saber si me lo podía quedar, pero nunca lo encontraron.

Pasaron muchos años y en un viaje de regreso a casa de mis abuelos en Monterrey le pregunté a mi tía Bibi si podía buscar el libro de Drácula, por no dejar, aunque creía que era una causa pérdida. Ya había pasado mucho tiempo. Me dijo que sí y me mostró el librero donde estaban los libros del abuelo. No sé cómo explicarlo, apenas estuve unos segundos frente al librero cuando un libro en particular, sin nombre, con el lomo cayéndose a pedazos llamó mi atención, lo agarré…, ¡y era el libro de Drácula!, desgastado, con páginas rotas, amarillo, viejo, pero era El libro, le dije a Bibi que lo había encontrado y que si me lo podía quedar a lo que me dijo: “Parece que ese libro es para ti”.

Volví a Europa en varias ocasiones, y por primera vez visité la ciudad de Budapest donde me enteré de que ahí está la cárcel donde Drácula fue hecho prisionero. Les dije a los amigos con los que fui en ese viaje, Patricio, Alex y Fernando, que teníamos que ir ahí. De nuevo, pensando que estar en ese lugar le hubiera encantado a don Poncho.

Mi tía Angélica hizo un detalle que hasta la fecha guardo y uso cada que leo un libro, un separador de libros con la imagen de mi abuelo. Al tiempo, empecé con la idea de escribir algo propio, pero primero tenía que investigar sobre el tema. Libro tras libro que leía usaba el separador. El abuelo estaba ahí en cada libro que devoraba acompañándome.

Desde hace mucho quería encontrar un lugar donde pudieran empastar el libro de Drácula de mi abuelo, para poder conservarlo muchos años más y un día uno de mis hermanos me dijo de un lugar donde él empastó su tesis y me sugirió que lo podía llevar para ver si era posible hacerlo. Al llevarles el libro él les recalcó: “Cuiden este libro con su vida es viejísimo y es super valioso”.  Días después me lo entregó, casi como nuevo.

Aparte de leer viajé mucho con mis papás y mis tres hermanos conociendo lugares que quería incluir para crear una historia propia, quería saber de primera fuente acerca de lo que iba a escribir. Visité ruinas desde Sonora hasta Quintana Roo, eventos como el Día de Muertos en Michoacán y museos en Ciudad de México, París, Londres y Roma, entre muchos otros destinos.

Terminada mi investigación, creo que leí cerca de cien libros sobre el tema y después vino la parte divertida…, empezar a escribir. Si bien ya tenía todo en mi cabeza con ideas y tomando inspiración de lugares y amigos míos como Hernán para algunos personajes de la historia, sentía la presión del abuelo. Durante el tiempo que escribía, tenía a don Poncho en mi mente en todo momento.

Hoy en día, tengo la gran fortuna de haber firmado un contrato con Grupo Literato y su nuevo sello Galahad para publicar mi serie de libros llamada Tierra de Dioses, con el primer libro, Templo Blanco, ya disponible para venta, mientras edito el segundo libro y termino de escribir el tercero. Decir que estoy emocionado por esto, es simplificarlo demasiado, pero explicarles como me siento requeriría sin duda otra entrada en este blog.

Es increíble como algo que sembró don Poncho hace muchos años, ha crecido tanto en mí al grado de querer ahora escribir. Tantos libros, tantos viajes, tantas personas que han formado parte de esta historia y hoy lo único que pienso mientras mi libro está próximo a salir a librerías es que espero que esta historia le guste a don Poncho lo suficiente, como para que desde dónde esté, sentado en un sillón, con cigarro y una taza de café en mano les diga a quienes lo estén acompañando: “Estoy leyendo este libro”.